Cuando hablamos de amor siempre nos imaginamos la historia perfecta, sin momentos de fricción o tensión, sin lágrimas o decepciones, pero no es así; a lo largo de mi vida he aprendido que el amor es más que solo corazoncitos, más que decir te quiero y no demostrarlo, es más que todo lo que nos han pintado las películas románticas.
El amor como dice la biblia en 1 Corintios 13: “4. es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” y definitivamente ésta es la más perfecta definición, aunque creamos que el amor es solo un latir, es una vivencia diaria con esa persona a la que aprendes a querer, amar y cuidar.
Con la felicidad enorme porque este año mis papás cumplen 30 años de casados, aunque no todo fue color de rosa porque tuvieron momentos muy fuertes en su matrimonio, el amor y la voluntad perfecta de Dios de haberlos elegido como pareja desde antes que el mundo se formara, han prevalecido entre ellos. No es un relato común, pero para mí ha sido uno de los más bonitos, me ayudó a entender que nuestros planes son finitos frente a los planes de Dios.
Quiero contarles una hermosa historia de amor, que no empieza como en los cuentos de hadas y princesas rescatadas, o un érase una vez que termina en un felices para siempre; esta historia trasciende más allá y te hará creer que el amor todo lo espera, todo lo soporta.
Cuando tenía 6 años de edad mi mamá conoció a Cristo y lo aceptó en su corazón, desde aquel día frente a la decisión nada fue igual en nuestra vida y empezamos una caminata de la mano de Dios, que no fue fácil pero que puedo decir ha sido la mejor. La biblia nos dice que somos predestinados desde antes de la fundación del mundo para ser hijos de Dios y creer en su palabra, y yo sé a ciencia cierta que fui escogida por Dios para ser su hija. El día que nací mi tía le presenta a Cristo a mi mamá, ella siendo una mujer católica desde su juventud, escucha la palabra con respeto, pero en su corazón no acepta a Jesucristo como su salvador, porque es difícil dejar de lado las creencias que desde niña había concebido, pero todo tiene su tiempo como dice el libro de Eclesiastés, 6 años después Dios toca el corazón de mi mamá y empezamos esta hermosa vida cristiana.
Mientras mi mamá aprendía de la palabra y nos guiaba a mi hermano y a mí a través de ella, mi padre desistía a dejar el mundo y sus vanaglorias, quería seguir viviendo una vida llena de pecado, y coloca a mi mamá entre la espada y la pared haciéndola decidir entre él y Dios. Mi madre siendo una mujer que tomó la resolución no volver atrás nunca más, le dice que concluye quedarse con Dios; aquella respuesta por parte de mi madre marcó un antes y un después de nuestras vidas, porque frente a la respuesta que ella le dio, mi papá se va de la casa.
En ese entonces no entendía la decisión de mi padre y la postura de mi madre, yo era muy consentida y cuando él dejó nuestro hogar, había un enorme vacío en mi corazón. Recuerdo que cada noche tomaba su foto y lloraba, le escribía cartas que nunca iban a ser entregadas, pidiéndole que regresara que lo extrañaba cada día, aun cuando no sabía orar le pedía a Dios que me regresara a mi padre, que me gustaría que el predicara el evangelio, que me consintiera como lo había hecho por mucho tiempo, y que me tomara en sus brazos para hacerme dormir como cada noche. Las oraciones que fueron elevadas en ese entonces no parecían tener respuesta inmediata porque los años pasaban y nada sucedía, mi padre seguía con su vida sin nosotros, lejos de casa y de la que alguna vez fue su familia.
Por otro lado, mi madre fue un apoyo tan grande frente a esas crisis por la que atravesábamos, ella siempre tan fiel a Dios y un excelente ejemplo a seguir, dedicó su vida a Dios y a la iglesia, sin descuidarnos, nunca nos habló mal de mi padre o nos aleaba de él, al contrario, ella decía que él vivía en un estado de ignorancia, que fue tomado por el enemigo y que no es consciente de lo que hace. Mi madre nunca nos decía, pero yo veía en su rostro cuánto ella sufría sin mi padre, ella se casó con la ilusión de vivir una vida junto a él para siempre o de ayudarnos a atravesar la adolescencia juntos, pero no fue así, Dios tenía planes diferentes y necesitaba moldear el carácter de ambos para que pudieran cumplir su propósito.
Mi padre se fue de la casa e intentó hacer una vida lejos de nosotros y fuera de Cristo durante 7 años, hasta que un día como a Saulo, Dios le habló a su corazón haciéndole ver que él no fue predestinado para ser parte del mundo, que era hora de buscar el redil y volver a casa, aunque él no sabía que estaba sucediendo, él no entendía el clamor tan grande que había en su corazón por regresar a lado de su familia. Mi padre fue criado bajo creencias y costumbres católicas, pero solo las tenía como teoría en su cabeza porque nunca iba a la iglesia, él solo sabía que existía Dios más nunca vivió como un cristiano; así que un día se encontraba en estado etílico, cansado de llevar una vida desordenada y sin futuro, se arrodilla y le dice a Dios: si eres real sácame de esta situación, no quiero vivir así; esas fueron las únicas palabras que salieron de su boca. El hermano Branham dice que necesitamos desesperar para ver a Dios obrar, y así fue, Dios empezó a obrar en la vida de mi padre después de aquella oración que él elevó al cielo.
Como es costumbre salió de fiesta aquel fin de semana y el domingo llegó a nuestra casa por la tarde diciéndonos que quería volver, quizás no se puedan imaginar la alegría tan grande que mi hermano y yo sentimos en aquél momento, nosotros le abrimos las puertas, lo dejamos pasar, no podíamos creer lo que estábamos viviendo ese momento, pero no podía ser de completa felicidad porque mi mamá no sabía, ella estaba en su negocio y al regresar quizás se sorprendería y nosotros no sabíamos cómo reaccionaría, porque sabíamos que ella tenía herido su corazón y que quizás el perdón tomaría mucho tiempo. Así que cuando mi mamá llegó nosotros muy emocionados le contamos la noticia, ella solo se quedó en silencio, no dijo nada frente a nosotros para no dañar nuestras ilusiones y lo único que le dijo a mi papá es que nuestra casa también le pertenecía así que podía quedarse pero en el cuarto de invitados, ella ya no contemplaba la posibilidad de ser una pareja nuevamente porque ya había consagrado por completo su vida a Dios y mi papá venía con todo el mundo en su corazón, en el que solo Dios podía hacer la obra.
Las cosas no fueron tan fáciles, mi mamá se mostraba muy escéptica y fría con mi papá, y así pasaron varios meses, mientras nosotros nos sentíamos felices de tenerlo de regreso en casa, mi mamá estaba teniendo una lucha entre sus sentimientos y la felicidad de sus hijos; ella dijo que nunca dejó de orar por mi papá, y ese momento no fue la excepción, ella oró para que Dios la guiara a hacer lo correcto y que le quitara todo dolor del corazón si ese era su perfecto plan.
Dios empezó a actuar en el corazón de mi mamá y sus heridas empezaron a cerrarse, ya no sentía rencor alguno contra mi papá, en cada situación Dios le confirmaba que ese era el plan perfecto y que debía aceptar a mi papá de regreso, y así fue, empezábamos a hacer una familia nuevamente.
Durante esos meses mi papá cambió, trataba de dejar el alcohol y las salidas con sus amigos, pero sin una experiencia real y encuentro personal con Dios es imposible salir de ese estado. Así qué, cierto día salió a una reunión de la empresa y regresó al siguiente día en estado etílico, él nos cuenta que de esa noche no recuerda nada por la cantidad de alcohol que ingirió, que no sabe cómo llegó a la casa, lo único que recuerda son las palabras que mi mamá le dijo en aquel momento, palabras que traspasaron su corazón y que le dolieron, dice que fue como si ella le hubiera apuñalado. Aquél día era domingo y como cada semana nos fuimos a la iglesia, mi padre se quedó en casa después de aquella terrible trasnochada. Regresamos al medía día y mi padre estaba en el cuarto durmiendo, mi mamá llega y abre las cortinas, el sol entra por la ventana y ella pronuncia estas palabras: “Esta casa y esta familia se merecen respeto, ni el perro que vive aquí llega a la hora que usted llegó”. Estas palabras para cualquier ser humano normal pueden ser unas simples palabras, pero para mi papá no, dice que le dolió tanto que mi mamá le dijera eso que se levantó y se postró de rodillas, por segunda vez buscaba de Dios, le pedía que cambiara su vida.
Y aquí es cuando realmente la historia toma otro rumbo, él empieza a ir a la iglesia por su propia cuenta, su manera de actuar era diferente, se alejó de todo aquello que era parte de su vida diaria y después de varios meses decidió entregar su vida a Dios.
Lo que un día siendo una niña de 6 años pedí a Dios en oración lo estaba viendo cumplirse 7 años después, estaba mirando como Dios me devolvía a mi padre, como se plasmaba el deseo de que como una familia pudiéramos servir a Dios y que mi papá predicara el evangelio.
Han pasado más de 12 años desde que mi padre volvió la casa, desde que él entregó su vida a Dios y decidió servirle. Puedo decir que en este proceso entendí 1 de Corintios cuando dice que el amor Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta, vi a mi madre muchas noches llorar de tristeza cuando mi padre se fue, la vi sufrir en silencio, pero jamás la vi renegarse en contra de Dios, al contrario, ella agradecía cada cosa que sucedía en su vida, fuera buena o mala.
Cualquier persona en su sano juicio, después de ser abandonada por su pareja durante 7 años decida no darle una oportunidad y enterrar los sentimientos; pero finalmente en esta historia el amor siempre estuvo ahí, tuvo que ser pasado por el fuego, tuvo que ser probado, pero finalmente nunca dejó de ser. Ahora vivimos como una familia que sirve a Dios por completo, que entendemos cuál fue el plan de Dios en nuestras vidas y por qué fueron necesarios tantos procesos dolorosos.
Hoy después de muchos años no hay un día que no alabe a Dios por restaurar mi familia y por cumplir mis deseos que, aunque parezcan insignificantes para alguien, para una niña de 6 años tenían gran peso. Hoy con el corazón agradecido y lleno de felicidad miro atrás y digo: Gracias Dios por amarme tanto y por enseñarme que el amor todo lo cree y todo lo espera.
No reniegues contra Dios por el proceso que estás pasando, no te aflijas, no preguntes, solo espera, Dios tiene la solución a eso que está aturdiendo y entristeciendo tu corazón, Él ya conoce el desenlace final, solo quiere moldearte y probar tu corazón, te está preparando para que recibas victorioso/a tu recompensa.
¡Dios te bendiga!
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