Un amor incondicional.
- Karen Stefanny Jama
- 1 abr 2020
- 4 Min. de lectura

¿Alguna vez fuiste a algún lugar de visita con la esperanza de encontrar a esa persona ahí, pero para tu sorpresa no estaba? Los sentimientos que te invaden en ese momento son de incertidumbre, duda, temor, porque te confirmó que estaría ahí, tu sabías que podías encontrarla, pero no está.
En algún momento creo que todos hemos tenido esta experiencia, y en la biblia encontramos a alguien a quién le sucedió exactamente lo mismo, estoy hablando de María Magdalena, la mujer de quien Jesús sacó 7 demonios para luego convertirse en una de las mujeres que estuvieron en todo momento durante el ministerio de Jesús en la tierra. Ella fue despreciada por su anterior vida, pero Jesús la amó, perdonó sus pecados e hizo de ella un testimonio vivo, comprobando el poder de Dios para cambiar y transformar vidas.
El día que Jesús fue arrestado por los soldados, fue llevado a un proceso muy doloroso, fue escarnecido entre la multitud asumiendo una culpa que no era suya, pero que era necesario para que se cumplieran las escrituras. Durante este proceso lo siguieron algunos de sus discípulos y varias de las mujeres que apoyaban su ministerio, entre ellas María Magdalena. Ella estuvo durante la crucifixión y todo lo que padecía Jesús aquél día, estuvo al pie de la cruz y con lágrimas en sus ojos quizás recordaba la misericordia que había alcanzado un día y ahora ella era testigo de tan doloroso suceso, al término del día ella y algunas mujeres más estuvieron presentes cuando llevaron a Jesús al sepulcro, vieron el lugar donde aquel cuerpo santo sería colocado.
No me puedo imaginar la tristeza tan profunda que sintieron los discípulos que caminaron con Jesús durante tanto tiempo, le vieron hacer milagros y ahora ya no estaba entre ellos, quizás se sentían desorientados sin saber qué vendría después, aunque Jesús les había prometido que no los dejaría solos, ellos aún no tenían esa certeza en su corazón, creían que todo había terminado y que quizás cada uno retornaría a sus actividades anteriores, la esperanza no tenía lugar entre ellos.
Pienso en María Magdalena y seguramente se sintió igual, quizás pensó que todo había terminado, que a quién ella vio hacer milagros en su vida se ha ido y el dolor se apodera de su corazón. Con el afán de ver por última vez el cuerpo de Jesús, ella junto a otras mujeres se dirigen el primer día de la semana hacia el sepulcro llevando consigo especies, pero para sorpresa de ellas no estaba, sí, así como leyeron, Jesús que hace algunas horas había sido crucificado no estaba, su tumba constaba vacía.
María Magdalena aquel día iba con la esperanza de ungir el cuerpo de Jesús con especies y estaba tan segura que ahí estaría porque humanamente sabemos que los muertos no caminan, para sorpresa de ella, no fue así, Jesús quién había dicho entre parábolas que resucitaría, lo hizo y su tumba estaba vacía. Al llegar y encontrar las mantas en el piso ella empezó a llorar de tristeza y desconcierto porque pensó que quizás alguien había hurtado el cuerpo, era tal la certeza en su corazón que ahí estaría, que se entristeció; al verla llorar los ángeles le preguntaron ¿a qué se deben esas lagrimas? Ella les comentó acerca del cuerpo de Jesús y ellos le respondieron: Él no está, Él ha resucitado.
La biblia nos dice en Mateo 28 que ella salió de aquel lugar con temor y gran gozo, temor quizás por la confusión de aquella noticia, pero gozo de saber que Jesús había resucitado, que no estaba más encerrado en un sepulcro, que había vencido a la muerte; así que corrió a contárselo a los discípulos, mientras iba Jesús se le apareció en el camino y todas sus dudas se disiparon, sabía que Jesús no los dejaría solos.
No hay duda que el acto de amor más grande que alguna vez un humano hizo fue el de Jesús cuando dio su vida en la cruz para perdonar nuestros pecados, para que pudiéramos ser merecedores de la vida eterna y experimentar la gracia soberana que experimentó María Magdalena.
Por este motivo y en honor a nuestra redención aquel día en el calvario celebramos con regocijo la pascua, porque desde ese día nuestra vida no fue igual, desde ese día alcanzamos salvación y experimentamos el amor más grande, un amor que traspasa fronteras, que no mira condición y que es el más sincero, un amor que no olvida nuestro nombre, que en tiempos de dolor nos da paz y nos brinda calor en los días fríos, un amor que algún día nos llevará de regreso a nuestro eterno hogar y un amor que nos acompaña día a día en este transitar de la vida, que nos dice que todo va a estar bien, que en medio de este caos que la humanidad está viviendo Él tiene el control de nuestra vida.
Te invito a que si no has experimentado el amor incondicional que te ofrece Dios, lo hagas, Él está esperando por ti con los brazos abiertos, dio su hijo en la cruz para salvarnos, Jesús ya no está en una tumba vacía, no busques entre los muertos, búscale en tu corazón, está tocando tu puerta para entrar a tu vida y ofrecerte el más puro amor.
Con Amor,
Karen
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